jueves, 18 de septiembre de 2014

El viaje que me cambió.

Indistintamente de dónde procedamos, todos necesitamos sentirnos arropados y familiares en algún momento de nuestras vidas. Por ese motivo, os recomiendo que si ahora mismo os sentís solos y desolados obteis por realizar una experiencia maravillosa que he hecho este verano.
El camino de Santiago.

En este camino, aprendí muchísimas cosas. Tales que hoy por hoy nadie aprecia en la sociedad. Gracias a esta experiencia cambié mi forma de ser en tan sólo quince días, recorrimos 265 km a pie con makuto incluido, mi promoción de 2º de Bachillerato. Esa con la que había convivido doce años, algunos más maravillosos que otros, pero ellos son, mi gran familia.

En un breve resumen de todo lo que viví, sentí y aprendí, destacaré lo que creo que es más importante para todos. Para que esta sociedad reaccione ante los desequilibrios que se producen a diario en el mundo, y por los que deberían estar realmente agradecidos. Lecciones básicas, que harán que todos seamos más felices y nos sintamos mejor respecto de los demás.

QUINCE DÍAS, QUINCE ETAPAS, QUE CAMBIARON MI FORMA DE VER LA VIDA:

Al principio, como a todos, nos ilusiona la idea de poder hacer un camino así, todos juntos. Un buen recuerdo...pero, nunca nos paramos a pensar todos los sacrificios y todo lo nuevo que podemos descubrir sobre el lugar donde vivimos.

Yo, llevaba mi propio makuto, unos 10 kilos aproximadamente. Parecerá mucho, pero todo depende de la voluntad que tengas. Mi makuto fue mi compañero de viaje, el que me mostró todas las cosas que nunca hago porque me las hacen otros, me enseño que los sacrificios tienen su recompensa, pero no sólo a nivel material, sino moral.
Hubo días que nos queríamos desvanecer y no avanzar más, días en los que nos faltó la nieve para tener las cuatro estaciones, días en los que cada paso nos acercaba más a Santiago.

Es totalmente un reto de superación, pero eso sí, agradable según lo mires. Es un reto en el que muchas veces te encontrabas solo, porque ibas a otro ritmo, o bien porque querías ir solo, y pensar. Pensar a la vez que aumentaba la altitud, te costaba más respirar, hacía más frío o a la vez que disfrutabas de un Bierzo maravilloso. A veces, sufríamos de calor, del deseo de que apareciese una fuente, un río o un simple charco en el que refrescarnos. Como por ejemplo, aquél interminable día que nos subimos el puerto entero, y cuando pensábamos que habíamos llegado a Ponferrada, aún nos quedaban 10 kilómetros. Pero aquellas piscinas naturales nos salvaron de la muerte.
Para mi cada día que pasaba, enfrentándonos a las adversidades, los dolores, las ampollas, el peso en la espalda, la soledad... era maravilloso.

Es realmente una representación del esfuerzo que le dedicamos a aquello que nos gusta, y sobretodo, que cuando queremos algo, hacemos lo posible por lograrlo. Para mí, es la metáfora de la vida, y estaría encantada de poder repetirlo desde más lejos. Para tener una mayor capacidad de superación frente a los problemas del día a día.

Pero como todo, este camino tuvo muchas más cosas que sacrificios. Lo mejor fue toda la gente a la que pude conocer de verdad. La gente que conocí allí era distinta a la idea que tenía de algunos de ellos. Convivir doce años con las mismas personas no quiere decir que los conozcas. Ni mucho menos que vayan a ser siempre iguales.
En este camino cree nuevas amistades, fortalecí otras, hablé y caminé con personas con las que creía que nunca hablaría, encontré buenas intenciones...
Descubrí que hay personas que se esconden bajo una realidad a la cual no se parecen, por los estereotipos. Personas maravillosas que me acompañaron.
Sin embargo, también conocí a otras personas externas, hubo una etapa en la que me perdí. Me entró un miedo terrible porque no veía a nadie de mi grupo, llovía, no llevaba batería y no sabía el nombre del pueblo en el que pararíamos. Pero unas chicas alemanas me recogieron e hicieron el camino a mi lado hasta que encontré al resto. En todo este rato, hablamos y compartimos ideas y sensaciones. Íbamos bastante a la par y prometimos vernos al llegar a Santiago.

La esencia de este camino no es sólo hacerlo con aquellas personas con las que vayas, sino disfrutar de la variedad, conocer gente distinta, caerte, curar a otros, ir de bar en bar sellando la credencial, dar masajes a tus amigos, escuchar, observar la naturaleza, reflexionar sobre todo lo que te preocupe, preguntar, reír...porque todo ello sólo se vive en el momento, y las probabilidades de encontrarte con la misma gente son bastante nulas. Por ello, aprovechar cada momento que viváis, porque os cambiará de alguna manera.

Además, no hace falta ser creyente para hacer este camino. Basta con ser capaz de respetarse a uno mismo y de tener fuerza de voluntad por descubrir esta nueva visión. Ser capaz de conocerse a sí mismo, validando aquello que podemos y que no podemos hacer. Es un camino de reflexión y de placer. Y aquellos que lo hagáis lo disfrutaréis. Y por supuesto, surgirán muchos momentos alegres o tristes que os servirán como experiencias y qué utilizareis en el día a día o para echaros unas risas con los amigos.
Por ejemplo, cuando descubráis el "Eau de caca de Channel", ese hedor a caca de vaca y pasto mojado que os entrará por todas partes. Y que cuando os vayáis echaréis de menos.
O el mero hecho de dormir en el suelo, ducharte, si tienes suerte, con agua helada o hirviendo, comer un bocadillo de algo que no te guste durante tres días, reventarte las ampollas al andar... comenzaréis a apreciar más lo que tenéis.
En mi camino, dormí cuatro días creo en cama, y os aseguro que cuando nos tocaba cama era como lo más excitante de la noche.

...

María Sanjuanbenito Sanagustín


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